martes, 29 de marzo de 2011

PARA QUE JAMÁS MIREN COMO OTROS SE DIVIERTEN

En Santa Fe, tenemos hermosos espacios verdes recuperados, refuncionalizados, donde los grupos y familias se reúnen mientras los niños juegan. Esto se debe a que en la mayoría de las plazas, parques y paseos se han instalado juegos, como los tradicionales: toboganes, hamacas, sube y baja, torres, etc.

Sin embargo, sólo usan estos juegos y playones deportivos algunos chicos ¿Y los niños con capacidades diferentes? Ellos, sólo disfrutan del sol, de la compañía de sus familiares y, miran y miran como los demás juegan.

Vivimos en una sociedad exitista y estructurada, donde los modelos ideales son los cuerpos perfectos, y estas condiciones en el juego parecen contribuir a que aparezca en los niños el pensamiento segregador, porque desde muy pequeños es vivido como natural: si no te movés, no percibís o no aprendés como los demás, tenés que ir a otro lugar, o ser un simple espectador de la vida de los otros.

En este mundo globalizado y aparentemente inclusivo, donde están de moda los términos de “integración”, “normalización”, “inclusión”, no podemos permitir que los niños con capacidades motrices o sensoriales diferentes, no puedan ejercitar la actividad fundamental que es el juego: pilar de la socialización y humanización.

Parece que los funcionarios y las instituciones gubernamentales han olvidado hace mucho que los niños también son personas, y como tales tienen derecho a reclamar lo que es justo y necesario para poder crecer más felices y menos limitados. Por ser menores no tienen voz, pero desde su vulnerabilidad nos interpelan. Por eso, me he propuesto trabajar para incluir a los que históricamente son excluidos en nuestra sociedad.

Las personas con capacidades diferentes son discriminadas por creerlos poco productivos e ineficientes. Los convoco a combatir juntos a viejos enemigos: la ignorancia y los prejuicios, pero para lograrlo vamos a tener que generar cambios en los valores y las actitudes de toda la ciudadanía para que apoyen modificaciones desde lo edilicio hasta lo social y cultural. Así, en vez de normalizar a los individuos proponemos normalizar el entorno, de manera que facilite a que todos accedan a donde quieran ir y realicen lo que su capacidad les permita en igualdad de oportunidades.

Propongo que enfrentemos el más difícil de los desafíos, que se podría identificar con un paradigma que perseguía el muralista mexicano Diego Rivera, que declaraba como única posibilidad de cambios profundos “…una revolución de la mirada”. Esto implica un gran esfuerzo, ya que hay que cambiar pre conceptos sociales y culturales. 

Sería grandioso, que en vez de discapacitados viéramos niños con los mismos deseos de los demás: jugar, compartir con otros una misma actividad de recreación, y divertirse una tarde de sol en la plaza ¿Pero cómo van a concretarlo si los juegos no se adaptan a sus necesidades físicas y sensoriales?

Y lo peor, es que las estructuras lúdicas adecuadas existen, pero no están colocadas, por desidia, por negligencia, por omisión, porque no es importante, porque no es electoral, porque sí. Entonces, viéndolo así, ellos tienen un déficit y nosotros la discapacidad de poderles dar su derecho a la risa, a disfrutar, a ser niños ¿o es menos niño el que no puede caminar, trepar, correr, ver, sentir de la manera convencional?

La verdadera inclusión son las plazas sin restricciones, las plazas para todos. Entonces sí, vamos a lograr revolucionar la mirada… la nuestra, más amplia y abierta, y la de ellos menos triste, más luminosa, más respetada. Quizás así, la revolución de la mirada nos lleve a la democracia de las capacidades.

Un sueño al que no pienso renunciar.






1 comentario:

  1. me parece muy bien que se empiece a tomar conciencia de las necesidades de la gente que no puede hacer las mismas cosas que todos. Ya demasiado tienen con su condicion como para que encima el gobierno le siga poniendo trabas cada vez que se quieren incluir

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